sábado, 19 de junio de 2010

Argentina: Recordando el 16 de junio de 1955

Este 16 de junio se cumplieron 55 años del bombardeo perpetuado por aviones de la Marina y la Fuerza Aérea Argentina a la Plaza de Mayo, aniquilando a la población civil que en horas del medio día, cumplía sus tareas habituales. El odio feroz de los insurgentes no tenía límites frente a sus deseos de eliminar al General Perón.
Roberto Utrero / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Corría el año 1937 y Pablo Picaso no encontraba inspiración para pintar un cuadro para presentar en la Exposición Internacional de París, hasta que comenzaron a llegarle por radio las noticias del bombardeo germano al poblado de Guernica. La furia del generalísimo Francisco Franco, aliada a la Alemania Nazi de Hitler, masacraba a la población civil del pueblito vasco con la ayuda de la Luftwaffe, que se entrenaba desde el aire para la próxima contienda mundial a iniciarse dos años después.
A partir de allí el gran malagueño no tuvo dudas y empezó a bocetear ese magnífico cuadro que sería una denuncia permanente de la masacre decidida por el sangriento caudillo. Tampoco dudó en adoptar la ideología de los “rojos”, como toda la generación progresiva de aquella época, ignorante de las atrocidades que luego cometería Stalin.
Este 16 de junio se cumplieron 55 años del bombardeo perpetuado por aviones de la Marina y la Fuerza Aérea Argentina a la Plaza de Mayo, aniquilando a la población civil que en horas del medio día, cumplía sus tareas habituales. Más de trescientos muertos y miles de heridos cubrieron de sangre la histórica plaza. Los restos de los cuerpos mutilados se confundían con los escombros humeantes. El odio feroz de los insurgentes no tenía límites frente a sus deseos de eliminar al General Perón. Había que destruir a la Casa de Gobierno sin importar la muerte de los argentinos inocentes que circulaban en esos momentos.
Ese genocidio fue prolijamente ocultado por el sangriento régimen que derrocaría al gobierno peronista, el 16 de setiembre del mismo año. Igual como se taparon las ejecuciones de José León Suárez y todas las atrocidades que siguieron, producto del odio desmesurado de aquellos dementes y sus publicistas.
Aquellos monstruos aterrados ante el avance de lo que definieron en un arranque de inspiración furiosa, como “el aluvión zoológico”, volvían a restaurar el orden añejo de la oligarquía vacuna. Añoraban el olor a bosta que respiraban en la Rural y hasta lo preferían al sudor de los “cabecitas negras” que, en esos diez años, habían accedido a derechos sociales nunca impuestos en el cono sur de América.
Al fin y al cabo, los hermanitos del norte, volvían a disfrutar de tranquilidad y a trazar planes según el orden de reparto que se habían fijado en Yalta. Los militares vernáculos respondían a los intereses coincidentes tanto de la oligarquía local como a las grandes empresas del Imperio.
Braden totalmente agradecido de ver finalmente vencido a su antiguo rival de slóganes, tanto como Churchill, quien le daba el mismo valor a la caída de Perón que a la victoria de los aliados.
A partir de entonces una noche interminable se extendería sobre las clases más bajas de la sociedad argentina. Una ingeniería macabra de destrucción se derramaría tratando de destruir los progresos sociales obtenidos. Tanto es así que la Constituyente de 1957, tuvo que incluir en el Artículo 14 Bis, parte de los derechos establecidos en la olvidada Reforma de la Constitución de 1949.
Más allá de ello, la ferocidad de aquellos militares sólo pudo ser igualada por los de la década del 70. Tanto aquellos como éstos fueron fieles esbirros de los intereses económicos dominantes y han intentado desde siempre mantener aplastadas a las reivindicaciones populares.
Por respeto a nuestra memoria colectiva, sería interesante y a la vez didáctico, observar cuando tenemos frente a nuestros ojos una obra como el Guernica, en donde se advierte magníficamente la indignada paleta del artista y su rebelión espiritual asombrada por las atrocidades, que ese dolor universal expuesto en esa policromía patética, responde también por cada uno de nuestros muertos inocentes, aniquilados de la misma aberrante manera.
Olvidar, significaría claudicar en la recuperación de nuestra dignidad social y eso jamás lo lograrán.

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