sábado, 22 de abril de 2017

Argentina: La cultura amenazada

A la elite gobernante le escuece la cultura, le molesta el protagonismo de la educación pública, de los investigadores, que la gente piense y se manifieste porque de ese modo no responde dócilmente a su prédica egoísta y cerrada, a pesar que invoca apertura.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

No hay peor manotazo que el de un desesperado a punto de ahogarse. Manotazo torpe del Ministro de Cultura, Pablo Avelluto, quien fue respaldado por el presidente Macri al descabezar al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), eliminando a Alejandro Cacetta, quien había sido reconocido unánimemente por su excelente gestión por la comunidad artística en general. Al grito de “el cine no se toca” una masiva manifestación de actores, directores, docentes, alumnos, cortó la calle Rivadavia a escasos metros del Congreso de la Nación, estos días, luego del abrazo simbólico al edificio del INCAA, dado que la acción gubernamental atenta desfinanciar al organismo que tantos beneficios le ha dado al cine argentino en los últimos tiempos.

Hasta el famoso actor de El señor de los anillos, Viggo Mortensen, de nacionalidad argentino-estadounidense, salió a criticar públicamente, instando a los “fanfarrones neoliberales que se dejen de joder”.

No es para menos, el Fondo de Fomento Cinematográfico podría sufrir un recorte de hasta el 60% de llegar a modificar la ley de cine, retrocediendo décadas y concentrando el poder en las corporaciones, en coherencia con sus políticas de reorientar su manejo en unas pocas manos. Pocas manos y poca memoria, según les convenga.

Si recorrieran superficialmente las últimas décadas, sobre todo, desde el golpe de la Libertadora, en 1955, donde el gorilismo extremo quiso borrar de la faz de la tierra al peronismo, cuya acción social transformadora debieron incorporarla forzada y apretadamente en el artículo 14 bis, a la vieja Constitución liberal de 1853-60, podrían percatarse que a la represión desencadenada le siguió una explosión cultural del folclore nacional, sobre todo, de las provincias norteñas que inundó la Capital con conjuntos nativos, vestidos con sus ponchos rojos y sus trajes de gaucho e hizo florecer la industria musical, porque cada joven quería tener y tocar una guitarra. Fruto de esos años es el Nuevo Cancionero, surgido en Mendoza y que reunió al poeta Armando Tejada Gómez, a los cantores Oscar Mathus y la joven tucumana, Mercedes Sosa, luego reconocida mundialmente.

Fue una época gloriosa para la poesía y la música nacional, porque también mostró el auge del tango con cultores del bandoneón como Aníbal Troilo, “Pichuco” y Astor Piazzola, que llevaron sus creaciones al mundo entero. Esos mismos años coinciden con el famoso boom latinoamericano de la literatura, con exponentes argentinos como el ya consagrado Jorge Luis Borges, a quien se le contraponía Ernesto Sábato y Julio Cortázar que, emigrado a Francia, publicaba por aquellos años su famosa Rayuela.

En esas dos décadas represivas de dictaduras mesiánicas, fundantes y raquíticas democracias, por la proscripción del peronismo y con él, un movimiento obrero asfixiado y huérfano de su líder en el exilio español, toda la efervescencia sesentista de ideas revolucionarias por el triunfo de Fidel Castro en Cuba, la juventud se rebeló y sumó al movimiento hippie, emulando a los melenudos Beatles británicos, realizando los famosos y transgresores happenings como protesta al orden de los cementerios que querían imponer los militares.

En esa atmósfera caliente del “mayo francés”, las matanzas de estudiantes en Tlatelolco y Tianamen, nació también el rock nacional, contestario y protestón, muchos de sus cultores fueron luego reprimidos y obligados al exilio, víctimas de las nefastas listas negras tanto de la Triple A, como de los escuadrones oscuros de la dictadura que siguió.

Vuelta la democracia, todas las energías reprimidas generaron el regreso a la patria de sus hijos dilectos.

Los grandes recitales en los estadios repletos fueron un signo de los ochenta. Jairo, la Negra Mercedes Sosa, Charly García, León Gieco y muchos más, eran aclamados por las multitudes que reconocían en ellos a sus negados juglares.

Luego de la crisis del 2001, el cine testimonial significó un apoyo importante en la descripción del estado de deterioro de la sociedad, Fernando Pino Solanas, cineasta y actual senador por Proyecto Sur que, en estos días se propone interpelar al ministro Avelluto por lo realizado, elaboró films memorables como: Memoria del Saqueo (2004), La dignidad de los nadies (2005), Argentina Latente (2007), Próxima Estación (2008 y dedicada a la destrucción de los ferrocarriles en Argentina) y Tierra Sublevada (2009). Además, nadie puede dejar de reconocer películas argentinas notables que obtuvieron el Oscar a mejor película extranjera en 2010, como El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella o, nominada también en el mismo año, Carancho de Pablo Trapero, que siguieron a una tradición de buen cine, como Nueve reinas, El hijo de la novia, Kamchatka, Diarios de motocicleta, Elsa & Fred, Relatos salvajes y últimamente, El ciudadano ilustre, por nombrar algunas de las películas más reconocidas realizadas tanto en el país como en colaboración con otros países, en donde se distingue el gran esfuerzo y desarrollo alcanzado estos años y del que nos sentimos orgullosos todos en general. Algo que nadie debería poner en duda, porque, sobre todo, pone de manifiesto la consolidación cultural en el ámbito del arte alcanzado hasta el momento.

Lejos de entrar a discurrir sobre qué entiende por cultura el ministro Avelluto, hombre que se reconoce de origen humilde y se distancia del generalizado discurso que representa a un gobierno para los ricos, justifica su drástica y criticada medida en el hecho de haber encontrado bolsones de corrupción en el Instituto, no desarticulados por el funcionario desplazado, retornando al argumento de “si representamos el cambio, realmente debemos cambiar las cosas”, desestimando o haciendo caso omiso que, las segundas líneas de gestión continuaran en manos de gente de la oposición. Discurso al que apela el presidente Macri al sostenerlo en reunión de gabinete, volviendo sobre la gestión anterior y sus resabios, pero que, desde su lógica de hombre de empresa, rescata el pragmatismo de su secretario al mostrarse impertérrito frente a los reclamos sectoriales.

Esto de cortar por lo sano, privilegio de clase, es un atributo particular y distintivo del gobierno, que arrasa con cualquier consenso construido desde la base democrática y se opone a cualquier discusión política, aunque invoque permanentemente la apertura al diálogo.

A la elite gobernante le escuece la cultura, le molesta el protagonismo de la educación pública, de los investigadores, que la gente piense y se manifieste porque de ese modo no responde dócilmente a su prédica egoísta y cerrada, a pesar que invoca apertura.

Sin quererlo apuran un final de película, como en los episodios descarnados narrados en Relatos salvajes.

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